sábado, 22 de enero de 2011

Donde el Arte una vez cobró vida.

Cuenta la leyenda que existió un pueblo, en algún momento de la historia que nadie sabe definir con exactitud, donde sólo podían habitar artistas. Ya lo sé, suena tonto, muchos creen que es una broma, muchos otros han intentado indagar en el asunto y ante la falta de evidencias se han rendido en sus búsquedas y sobran los escépticos que se burlan de aquellos que creemos que, aquel mítico y mágico lugar, alguna vez existió. Así es, yo soy uno de ellos, nos han llamado “locos”, “mentirosos”, “ilusos”, “necios” y otros términos que, por la violenta naturaleza de los mismos, prefiero no repetir.

¿Pero acaso no es así como han llamado a los más grandes artistas a lo largo de la historia? Pablo Picasso, Julio Verne, Jimi Hendrix, Leonardo Da Vinci, Vincent Van Gogh, Edgar Allan Poe, Bob Marley, Miguel Ángel y podría seguir añadiendo nombres a la lista durante horas. Cualquiera de ellos podría haber habitado en este pueblo, de hecho se cree que varios de estos artistas han encontrado resguardo en este lugar; pero es difícil saber quiénes exactamente, ya que nadie sabe ni en qué momento, ni en qué lugar, tuvo locación el poblado de Molpogapatipinipi.

Como verán planeo insistir con la idea de que este pueblo si existió ya que soy un convencido y créanme cuando les digo que no soy el único que piensa de esta manera.

En este lugar, como ya lo he dicho, sólo habitaban artistas verdaderos; todos deben estarse preguntando entonces, cómo hacían para determinar a los mismo. Muchos creen que se hacía una especie de evaluación, que se obligaba a cualquiera que deseara habitar el pueblo a que mostrara una pieza de su autoría digna de ser llamada “una obra de arte”; pero yo descreo de esta versión, conociendo la naturaleza del arte me parece muy "de diccionario" esa forma de acceso; yo creo que simplemente lo sabían, no sé cómo exactamente, tal vez era algo en la forma de mirar o la manera de moverse o tal vez simplemente el modo en que se expresaban, como fuera, al parecer ellos eran capaces de reconocer el Don.

Parece utópico, ¿no es cierto? Tan sólo imagínense, pintores, actores, escultores, músicos, bailarines, escritores, dibujantes y demás artistas viviendo todos congregados en un mismo lugar, compartiendo ideas, pensamientos, inspiraciones, criticando sus obras y viendo cómo mejorarlas o, en otras palabras, redefiniendo el Arte; y todo eso en una perfecta e inquebrantable armonía.

En Molpogapatipinipi se podía encontrar al arte en todas partes, en las casas, en las veredas, en los balcones, en las paredes, en el suelo, en las esquinas, en donde se pisara y donde quiera que se mirara; cuentan que los más hábidos espectadores lograban captar el arte a través de todos sus sentidos y este lograba abrirse paso dentro de ellos de forma plena, llevando al corzón, el alma y la mente a coexistir en una paz inquebrantable. Todo esto sólo podía darse en el pueblo de Molpogapatipinipi, por esa razón recibía constantes visitas desde los rincones más inhóspitos del planeta, desde reyes hasta humildes peregrinos, todos bienvenidos al que, en su momento, fue el pueblo favorito de la humanidad.

¿No se han preguntando ya por qué razón se sabe tan poco del pueblo de Molpogapatipinipi? Siendo algo tan maravilloso, tan puro, tan mágico, cómo es posible que casi nadie sepa de él y cómo puede ser que hoy en día no exista ese lugar.

Al parecer no todo el mundo vio a este lugar como algo tan fantástico, se cree que la paz, la armonía y la prosperidad que irradiaba el pueblo de Molpogapatipinipi lejos de iluminar a los pueblos aledaños, los opacó. La envidia que generaba ver lo bien que marchaba todo en aquel lugar fue invadiendo a los pueblos vecinos, muchos de sus habitantes, además, habían llegado hasta allí como resultado de haber sido rechazados en sus intentos por ingresar como artistas, y se habían ubicado en los terrenos cercanos a la espera de que algún día fueran aceptados.

No supieron apreciar las gentiles ofertas de ingresar al pueblo para poder apreciar la belleza del arte, las puertas de Molpogapatipinipi jamás se cerraban a los visitantes provenientes de otras tierras, ya que el arte necesita del público para vivir, es una simbiosis. La envidia se convirtió en desprecio, el desprecio en odio y el odio en repulsión, sensaciones que corroen al hombre, se apoderan de él y lo vuelven capaz de cometer las peores atrocidades.

Pero el ataque que planearon no fue algo directo, hubiese sido muy fácil intentar invadir, destruir, quemar, saquear y aplastar a un pueblo que no conocía las armas ni las disputas. Lo que hicieron fue algo mucho peor, en lugar de destruir buscaron crear, crear algo que pudiera destruir definitivamente al Arte. Y así fue que crearon el concepto del dinero, si bien el comercio existe desde siempre, la concepción actual de los negocios al parecer se remonta a esta misteriosa época, infundieron por el mundo la idea de que la acumulación de objetos materiales aseguraría la felicidad de las personas, crearon también la política burocratizada, tildaron a los habitantes de Molpogapatipinipi de anarquistas, de rebeldes, los acusaron de atentar contra lo que Dios había destinado para el hombre, lo que los artistas habían creado gracias a las habilidades “otorgadas por Dios” debían ser considerado como un regalo del cielo, esas obras debían pertenecer a alguien, no podía ser que fueran expuestas gratuitamente a cualquiera que pasara, debían protegerse, darles un valor y venderse a aquellos que tuvieran los medios para protegerlas.

Y el mundo, tan inocente y frágil como fue siempre, fue engañado por estas ideas y como era de esperarse todos querían poseer esas preciosas obras de arte que tanta admiración habían generado. El resultado fue algo espantoso, los habitantes de Molpogapatipinipi se vieron forzados a huir al exilio debido a este nuevo régimen que dirigía al mundo, el pueblo fue desmantelado, tanto física, como ideológicamente.

Y así fue como se perdió... O al menos eso cree la mayoría, pero lo cierto es que de la única manera de que el pueblo de Molpogapatipinipi se pierda, sería en los nebulosos terrenos del olvido, pero mientras viva esta leyenda en la memoria de los hombres el Arte seguirá latiendo.